Todos los investigadores y estudiosos que se han ocupado del arte en Calatorao han hecho especial mención a la talla del Santo Cristo. En primer lugar por la gran belleza que presenta, impresionante por su perfección y patetismo, pero también por la profunda espiritualidad que ha despertado en todos los visitantes que han llegado a contemplarlo. La talla ha sido atribuida a Gabriel Joly, escultor renacentista francés formado en la escuela italiana.
Es una talla realizada en madera de nogal, de 175 cm de altura. Es un Cristo doliente bien proporcionado, de perfecta estructura y distribución de sus miembros, y una expresión de dolor que sorprende a los conocedores de anatomía por sus minuciosos detalles. Tiene la cabeza, barbada y con largos cabellos, ladeada hacia el lado derecho. Los brazos se estiran a causa el peso del cuerpo. El bajo vientre se cubre con un lienzo anudado en la cadera izquierda. Son de destacar los fantásticos detalles anatómicos pues son bien apreciables en esta talla las venas y arterias así como los nervios y tendones, junto con las diferentes articulaciones del cuerpo. Los rasgos de la cara son de extrema perfección. Podemos decir que presenta tres aspectos diferentes. Si se observa desde la izquierda impresiona su imagen, muy dura, con los ojos entreabiertos, los labios abultados, la lengua en el límite externo de la boca y los dientes bien proporcionados. Encontramos que la expresión en el rostro es de dolor, de sufrimiento de un moribundo que muere por asfixia. En este sentido se puede describir como un Cristo que está vivo, agonizando. En la vista desde la derecha, su imagen es de un rostro benigno, pacífico, que invita a la contemplación. Es una expresión de cariño y amor. Visto desde la situación frontal, desde la nariz a la boca se dibuja una línea que sirve como referencia de simetría de la cara, acentuada con la forma de la barba.
La admiración ha sido de tal magnitud que todos los actos festivos de Calatorao, ya sean lúdicos o religiosos, han tenido como centro principal la imagen del Santo Cristo. Pero también en cualquier momento de tristeza o preocupación la gran mayoría de las gentes que conocen esta imagen se encomiendan a ella. A este Cristo se atribuyen numerosos milagros y ha sido conocido como «El Tostado de Calatorao» y «El Cristo de los Endemoniados». La gente ha dicho de Él que le crecen las uñas, que le sangran las heridas, que sus espinas tienen poderes exorcizantes, todo ello sin fundamento alguno; pero lo que sí está claro es que a nadie deja indiferente el Santo Cristo de Calatorao.
Cuando hacia 1880 se generalizó el ferrocarril, todos los años venían trenes especiales a Calatorao el día 14 de Septiembre. Prudencio Moreno publica en el año 1883 un trabajo titulado «Apuntes histórico-críticos sobre la Imagen el Santísimo Cristo de Calatorao» y recoge esta costumbre que fue en aumento hacia los primeros años del siglo XX y duró hasta la década de 1950 en la que se suspendió el tren especial que venía a Calatorao. El Heraldo de Aragón del día 15 de Septiembre de 1919 dice: «Al salir de la iglesia una enemigosa cae a nuestro lado, la cual, después de unas raras convulsiones, como si sufriera un ataque de epilepsia, es retirada por varias personas. Al retirarla, la pobre mujer perdió el pañuelo, formándose alrededor de éste un corro, sin que nadie se atreviera a recogerlo. Aquel pañuelo tenía los enemigos».
A lo largo de los tiempos ha habido numerosos autores que se han ocupado de estudiar la procedencia de la imagen del Santo Cristo de Calatorao. Pero es el Padre Roque Alberto Faci quien en el año 1730 escribe toda la tradición y milagros atribuidos a este Cristo en los doscientos primeros años de permanencia en la Iglesia de Calatorao, ya que se tiene constancia del mismo desde el año 1520. En 1535 un notario recoge la última voluntad de Dª Gerónima Prat, viuda de D. Domingo de Ucenda, mandando que la enterrasen en la capilla del Santo Cristo.
Cuenta la tradición que “el logro de esta imagen fue fruto de la caridad y misericordia de esta Villa con un Peregrino, que llegó a ella enfermo, o haciendo (como suele decirse) el enfermo, siendo reputado por Ángel, como se dirá después. Cuidó la caridad de Calatorao de alimentar, y medicinar al Peregrino, sirviéndole, como a Cristo. Notó el Peregrino que en la Parroquia no había imagen especial de Cristo Crucificado. A la notada falta de la Santa Imagen por el Peregrino, respondió Calatorao que algunas veces había intentado se fabricase Imagen de Santo Crucifijo, y que sin saber como, se había olvidado esa especie. Entonces el Peregrino ofreció en público, y a todo el Pueblo el salir de la Misa Mayor, suplir la falta, fabricándoles Imagen del Cristo Crucificado.
Retiróse a una casa y sin ser visto ni oído de persona alguna, sin estallido de martillos, ni estruendo de sierra, formó la Santa Imagen, de un madero, que él había visto y escogido para esta Divina Fabrica. Pasado el tiempo de tres días (como se había pactado) deseando ver Calatorao en qué estado se hallaba la obra tan deseada, abierta la puerta de aquella estancia dichosa, ni se halló Peregrino, ni vestigio alguno de que allí se hubiera trabajado en madera, ni el madero, que había elegido, ni fragmento alguno de él, ni color alguno, con que hubiera dado la ultima perfección a la obra, si solamente la comida, que se le había administrado por una gatera, y la S. Imagen tan peregrina, como Angélica, arrimada a una pared, a la mano derecha entrando en el cuarto”.
Los textos antiguos lo describen asi: Es la Santa Imagen Peregrina, pues está tan bien acabada, que en su fábrica nada podía hacer el arte, siendo sobre todas sus reglas, como dicen artífices muy peritos, que la han visitado, y exclaman que solo un Ángel podía haberla formado. Está todo el cuerpo del Señor organizado con toda la perfección de venas, arterias, nervios, tendones, ligamentos, y cuerdas tan al vivo, que parece que el original del Calvario fue Artífice, como píamente creemos, Ángel admirablemente copiado. Sus manos son, como fabricadas a torno, milagrosamente llenas de sangre, como que ahora se vierte. Los pies se ven con igual viveza formados. Las espinas de la cabeza, aun parece, que en realidad atormentan su Divina cabeza. Las heridas se ven excavadas en todo el cuerpo con admiración universal de todos, y aunque las de las manos y pies parecen las mismas que le abrieron en el Calvario, es muy maravillosa, como llaga toda de amor, la del Sagrado Costado, que se conserva patente y dilatada, y cerrando con el tiempo, el polvo otras aberturas, ésta después de dos siglos, y más, se conserva siempre patente. Yo ni sé, ni puedo describir a esta S. Imagen, pues hasta hoy ninguna voz elocuente (menos el pincel) ha podido copiarla. Los ojos de quien la mire, podrán explicar, pero con sentimientos, la maravilla universal de su fabrica admirable. Siempre que se descubre tan Soberana Imagen, causa veneración, respeto, y singulares efectos en los corazones de los fieles. No se exceptúan los de la Villa de Calatorao, porque, aunque la han visto tantas veces, siempre anhelan el mirarla, experimentando Divinos efectos, que suele la familiaridad, no admirar, sino manosear. El día celebre de estos sentimientos es el Viernes Santo, en que es venerada la Santa Imagen con el concurso de Calatorao y su Comarca. Después de los Oficios Divinos la muestra el Preste a los circunstantes, puesto sobre el Altar, con una luz de hacha, y la advierten todos en este día más lastimada, que en otros del año, representándose en ella al vivo, la copia mas peregrina de la Pasión del Señor, pareciendo a muchos que está sudando copiosamente, y se dice que realmente alguna vez ha sudado, ya que en este día están las energúmenas más furiosas, y a vista de Espectáculo tan sobremanera lastimoso, no hay corazón que no se ablande.
En 1613 el pueblo de Calatorao, ante notario, hizo el voto de guardar perpetuamente la fiesta del Santo Cristo el día 10 de Mayo, día de la Corona del Señor. Es en este mismo año cuando se inaugura una modesta capilla construida expresamente para la imagen, en concreto el día 14 de Septiembre de 1613, fiesta de la Exaltación de la Cruz. En 1675 se construye una nueva capilla en piedra negra de Calatorao y para hacer el baldaquino se realizaron unas columnas salomónicas dignas de una catedral, también en piedra negra y que son las que aún se conservan en la capilla actual.
Al Cristo de Calatorao se le ha conocido como El Cristo de los Endemoniados. La explicación de la leyenda también la recoge, en el año 1739, el Padre Faci en su trabajo «Aragón, Reyno de Christo, y Dote de María Ssma», cuando haciendo referencia a los cuidados en la conservación de esta imagen dice:
«Limpiaba Mosen Antonio Pascual y López el polvo de los brazos de la S. Imagen, y asiéndose la toalla, con que sacudía, a las espinas de la corona, cayó una de estas sobre el Altar; notólo el Dr. Falcón, Médico de Calatorao, y ambos partieron tan Santa porción. Pasados algunos años, hallándose dicho Mosen Antonio en la Villa de Sos, fue llamado a visitar a una enferma, que agonizaba, y estaba maleficiada, aplicó a la cabeza de la enferma, un bolsillo, en que estaba la porción de la Santa Espina, y dando un salto, la que parecía ya difunta, se puso en pie, en medio del aposento. Viendo esto el Cura de Sos, conjuró al demonio le dijera ¿qué había en el bolsillo, ó Relicario aplicado? Y dijo con verdad (aunque blasfemando, como demonio) había dentro una Espina de aquel tostado de Calatorao, y otras circunstancias. Llamó tostado al S. Crucifijo, por improperio, porque la S. Imagen es de color oscuro, que lo hace respetable».
A partir de este momento, se tuvo la creencia de que el día 14 de Septiembre, día de la festividad de la Cruz, el Cristo de Calatorao sacaba los demonios del cuerpo de las mujeres, con los hombres se metía menos, y al sacarlos les arrancaba los zapatos, las calcillas, los pañuelos de la cabeza o el corsé. Todos los que se decían «Endemoniados» acudían a Calatorao para sufrir el exorcismo y numeroso gentío se congregaba para presenciar la salida de los demonios, que se materializaban en cualquier objeto lanzado por los endemoniados. Cuando hacia 1880 se generalizó el ferrocarril, todos los años venían trenes especiales a Calatorao el día 14 de Septiembre. Prudencio Moreno publica en el año 1883 un trabajo titulado «Apuntes histórico-críticos sobre la Imagen el Santísimo Cristo de Calatorao» y recoge esta costumbre que fue en aumento hacia los primeros años del siglo XX y duró hasta la década de 1950 en la que se suspendió el tren especial que venía a Calatorao. En concreto, el Heraldo de Aragón del día 15 de Septiembre de 1919 dice: «Al salir de la iglesia una enemigosa cae a nuestro lado, la cual, después de unas raras convulsiones, como si sufriera un ataque de epilepsia, es retirada por varias personas. Al retirarla, la pobre mujer perdió el pañuelo, formándose alrededor de éste un corro, sin que nadie se atreviera a recogerlo. Aquel pañuelo tenía los enemigos».